Su báculo tocó el suelo un segundo antes de que él terminara en la boca del dragón. Luego, el cristal de su punta disipó la neblina que los cubría formando un círculo perfecto alrededor de ellos.
– Ahora me obedecerás – le dijo a la criatura que permanecía congelada con sus fauces abiertas de par en par.
El hechicero sonrió con malicia al ver que ni el más enorme de los animales podía revelársele. Su plan estaba marchando a la perfección y ahora solo quedaba disfrutar el dulce sabor de la venganza.
Miró más allá de las montañas, en dirección del pueblo de su padre. Aquel hombre que lo rechazó cuando supo de lo que era capaz, que se atrevió a llamarlo fenómeno porque controlaba la mente de cualquier animal, que lo expulsó como una rata después de gritarle que era un demonio.
– Extermínalos a todos y tráeme su cabeza.
Los ojos del dragón parpadearon y el infierno se desató.
Todos los derechos reservados. Obra protegida por derechos de autor. 2021. Fernanda Maradei